Monday, February 27, 2006

Males gástricos

El día que perdí la virginidad me levanté temprano. Era domingo pero, acostumbrado como estoy a despertarme antes de las 8 de la mañana entre semana, el domingo a las 9 a.m. ya me había bañado. Llevaba tres días sin cagar bien, pero eso lo noté más tarde. Pasé el resto del día en actividades familiares: visitando a mi abuela convalesciente, antes desayunando con otros familiares, etcétera. La noche anterior, es decir, el sábado , fui a una reunión "tranquilona" en casa de una amiga, donde, una de las invitadas -nivel 3 chelas de cara y con más o menos buena nalga-que trabaja en un hospital, nos contaba, ya medio peda, sobre la manera en que los médicos de guardia auscultan a las pacientes: "son gatísimos", dice la doctorcita esta, preguntan -y aquí utiliza un tono ñero al hablar- "flujo, ardor o comezón en su parte, doña?" Después de que la ñora en cuestión responde, nos explicaba esta vieja, los jóvenes médicos ("gatos de la UNAM, güé!), sin más aviso que un "ahi le va una molestia", proceden a meterle mano a las doñas para revisarles "su parte". Debo decir que el relato me divirtió, sobre todo el detalle de "ahi le va una molestia", como brevísimo preludio a la incómoda auscultación. En fin, que disfruté la narración. Bebí demasiado, quizá. El domingo por la noche, ya dispuesto a dormir, me acosté como a las 10 de la noche, no sin antes hacerme una chaqueta, de esas "malogradas", desperdiciadas, de las que uno se hace nomás por disciplinado que es. No estaba durmiendo bien, me despertó un fuerte dolor antes de la una de la madrugada. Tomé de todo, intenté cagar. vomité, pero el puto dolor no desapareció, al contrario se intensificó. De plano, tuve que despertar a mi jefa y pedirle, ya francamente preocupado y muy adolorido, que me auxiliara. Mi jefa llamó a un doctor amigo de la familia, quien recomendó que me llevaran a un hospital ("y no estpen chingando a esta hora", habría agragado yo) ,pues podría tratarse de la vesícula o de peritonitis. En el hospital me hicieron radiografías, me inyectaron dos veces (una en la nalga y otra intravenosa), ¡me sacaron sangre! y me pusieron suero. Horas después me mandaron a la verga, pero el dolor no terminaba de ceder. Cuando me senté en el auto sentí cómo el estómago se me subía al pecho y me hacía practicamente imposible respirar, pues aplastaba mis pulmones. Regresamos en chinga a urgencias y entonces , la doctora me dijo que tenían que "practicarme un enema" (o una palabra similar). No tenía la menor idea de qué era eso. Fue entonces cuando una enfermera delgada, morena, como de unos 40 años de edad y voz adormilada me ordenó que me recostara boca abajo. "Lo vamos a inyectar otra vez, Don" (¿Don?). Me aguanté las pinches ganas de llorar que preceden, desde que soy niño, a una inyección, y, cuando iba a levantarme, la enfermera me dijo "no, ya ni se mueva". Entonces, cuando mi nalga todavía sentía el piquete de la inyección, la mujer me dijo "ahi le va una molestia" (oh, profética doctora amiga de mi amiga!) y me metió uno, dos, dedos en el ano. Me moví en chinga, pero la perra esa me advirtió que sería más doloroso cuanto más me moviera ("flojito y cooperando", recordé todas las veces que yo había aplicado esa frase). Me acosté de costado y comenzó a meterme una puta manguerita en el recto. Me dijo otra vez, ahora un poco enojada:"relájese, está muy impactado, así va a tardar más". "Relájese usted, pendeja"(pensé responderle, pero en esa situación uno no se encuentra en posición de ponerse muy exigente. Un rato después, mientras sentía sus dedos adentro acomodando la manguera esa, pregunté"¿ya?", y me dijo, con tono burlón "uuyyy, si apenas llevamos la mitad". Ja, ja, ja ¡perra! Al rato, ya más relajado, comencé a sentir ganas de cagar y juro que estuve a punto de cagarle la mano, no sin antes advertirle "Ahi le va una molestia, pendeja", pero ya ustedes saben, soy un caballero, sobre todo cuando me tienen tomado por el culo, claro. Terminado el proceso ese corrí al baño. Cagué un chingo, y, finalmente, me sentí mejor. Estuve convalesciente un par de días. Estoy consciente de que esto que me sucedió probablemente sea motivo de escarnio pero sentí que era necesario contarles lo que me sucedió el domingo, ese día en que, caballeros, perdí la virginidad.

4 Comments:

Blogger Sísifo said...

Maravillosa anécdota, hermano. Es realmente algo que tenías que publicar en algún sitio. Ahora que redescubra cómo hacerlo, pondré un link de mi blog al tuyo.

Abrazo, bro.

7:23 AM  
Blogger Sísifo said...

Y, por cierto, no estoy seguro de que el mensaje esté en la botella, sino que la botella ES el mensaje! jajajaja...

7:41 AM  
Blogger Antonio Hinojosa said...

Jajaja. Eres un iluminado. Tienes razón, el mensaje ES la botella. In vino veritas!

11:33 AM  
Blogger Cuatroletras said...

Cómo se llega a ese estado tan vulnerable!!!

Hice un cuento sobre una experiencia amorosa parecida, más por el miedo que me provoca cualquier cosa en ese hoyo negro que por la experiencia en si.

Por el miedo más que recato es que sigo virgen, y espero serlo por mucho tiempo.

Tomar fibra y mucha agua, yo recomiendo no descuidarse.

Un chiste!!!! aunque escrito no es igual:(

Llega un gay todo madreado, sangrando de la nariz con golpes en la cara y fracturas con otro gay que le dice: ¿Qué te paso manita? ¡Mira nada más como vienes! ¡cuéntame!

Ay manita, venia caminando y pase por una construcción y que me gritan, !cuidado con el hoyo, cuidado con el hoyo! y que me tapo y me fuí de hicico.


Saludos

4:58 PM  

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